Pratima Mishra es la profesora del curso de Corte y confección de Semilla para el Cambio, destinado a la formación para el empleo y el autoempleo de las mujeres de los slums de Sigra. Pratima se quedó viuda a los 32 años, tiene dos hijos y comenzó a trabajar en la ongd en 2018. En algunos sectores de la sociedad india, ser viuda continúa siendo un estigma. Hoy, 8 de marzo, Pratima nos cuenta a algunas de las dificultades a las que tuvo que hacer frente.
– ¿Cómo cambió tu vida al quedarte viuda?
– Cuando mi esposo falleció, yo tenía 32 años, caí en depresión y mi hermana me puso en contacto con la Fundación Satyagyan (una ongd –ahora cerrada- que se dedicaba a trabajar en el ámbito de la mujer: en alfabetización, formación en corte y confección, estética y grupos de auto-ayuda.) Allí comencé a trabajar como profesora de costura, pero pronto empezaron los problemas… Llegaba tarde a casa y mi suegro se enfadaba, pensaba que me iba a escapar y a no responsabilizarme de mis dos hijos. Quería que dejara el trabajo.
Me sentía muy vulnerable y muchas personas me engañaron, incluso mi familia política, con la que vivía –en India las mujeres van a vivir con la familia de su marido cuando se casan-. Mi cuñada y su marido me pidieron el dinero que me había dejado mi marido y aún hoy no me lo han devuelto, también fui acosada por mi cuñado, que comenzó a tratar de establecer otro tipo de relación conmigo, simplemente porque no tenía a un hombre a mi lado.
Cuando mi suegro falleció dejó la casa a nombre de mi hijo, no al mío o al de mi hija, porque somos mujeres. Él pensaba que mi hija se casaría e iría a la casa de su marido y que yo huiría.
– ¿Cómo se comporta la sociedad y tu entorno cuando esto sucede?
– En la India la vida de una mujer viuda es muy difícil, la gente que vive cerca vigila dónde y con quién vas, no puedes usar bindi -es un elemento decorativo de la frente- o ropa colorida; aunque mi suegro y mi suegra me apoyaron en esto y me permitieron usarlos.
Las personas que te dan apoyo cuando lloras, son los que te interrogan cuando sonríes y te critican por todo, incluso por llevar ropa nueva. Cuando mi marido falleció dejé de usar ropa nueva, pero volví a usarla cuando uno de mis hermanos murió, porque me replanteé lo que es la vida y decidí volver a vivirla. Ser viuda es una etiqueta que la sociedad te impone y te aparta a una esquina.
– ¿Cómo saliste adelante?
– Siempre he sido inquieta y he afrontado desafíos, nunca dejé de formarme. Hice un curso de costura, me licencié en Hindi y Economía. Y también hice una maestría en hindi, antes de casarme.
¿Cómo te sientes al trabajar con mujeres en este taller?
– Me siento muy orgullosa de poder enseñarles y que esto les permita encontrar un trabajo y ser independientes. Las personas no deberían depender de nadie, especialmente las mujeres. Necesitan hacer su propio camino, ya que no hay garantías de nada en la vida. Este taller las ayuda a ganar confianza en sí mismas y las motiva a crearse un futuro mejor.
– ¿Cómo está ayudando la ongd a las familias de Varanasi?
– El punto principal es que los niños y las niñas están recibiendo una educación, estudiando y aprendiendo inglés. En India la enseñanza pública funciona muy mal y la ongd está haciendo posible que muchos niños y niñas reciban una educación de calidad en Varanasi.
– Desde tu punto de vista. ¿qué papel ocupa la mujer en la sociedad?
– El papel de la mujer en el hogar es importante si tienes marido, pero si no lo tienes no eres nadie. No cuentas como ser humano.
En el trabajo, sin embargo, todos se han portado bien conmigo, nunca me he sentido discriminada, me siento feliz y orgullosa de estar aquí. En la ongd trabajan más mujeres que hombres y esto me gusta.
– ¿Qué te gustaría que cambiara?
– Si pudiera cambiar algo, me gustaría cambiar el lugar, el respeto y el valor de las mujeres en la sociedad. Estén casadas o no, su valía no debería depender de ello. Me gustaría que todas y cada una de las niñas y las mujeres, pudieran recibir una educación y ganarse la vida con dignidad y respeto, sin tener que bajar la cabeza y llorar por ayuda.