Desde mediados de septiembre, Carles Forés nos acompaña en Varanasi como voluntario del área de educación. Con 13 años dedicados a la enseñanza como profesor de inglés y de Educación Especial, este valenciano de 65 años trabajará con nosotros durante tres meses para aportar nuevas ideas de metodología y organización para el Programa de Educación Integral de Semilla para el Cambio. En esta entrevista, nos habla de su experiencia.
¿Por qué has querido hacer este voluntariado?
La verdad es que fue una decisión muy fácil… Conocí Semilla para el Cambio el año pasado, durante un viaje a India. Tuve la oportunidad de visitar los proyectos de la ONG en Varanasi de la mano de María Bodelón y la verdad es que me fascinaron. Al volver a España me hice socio y el paso siguiente fue ofrecerme para ayudar en terreno en aquello que hiciera falta, me parecía algo lógico.
¿En qué consiste tu trabajo en Varanasi?
Como tengo experiencia en la enseñanza, me he incorporado en el equipo del Programa de Educación. Junto con María y Rumpa Paul, la jefa de estudios, estamos intentando mejorar diversos aspectos relacionados con la metodología de enseñanza, materiales, relación con el equipo de profesorado etc. Por ejemplo, hemos empezado a trabajar la psicomotricidad de forma regular con los niños y niñas de la clases preparatorias. También estamos trabajando para que las profesoras y profesores se sientan más implicados y tengan más iniciativa a la hora de proponer nuevas actividades.
Se trata de un proceso de “toma y daca”, aprendemos los unos de los otros, yo el primero. La realidad de aquí es muy distinta de la que he vivido yo, así que hay que adaptar también las formas de enseñar y los recursos de los que disponemos.
Después de un mes en Varanasi, ¿qué piensas del Programa de Educación Integral de Semilla?
Creo que el trabajo que está haciendo la ONG es fantástico. Es un proyecto extraordinario y me siento muy contento de poder formar parte.
Es como una casa que vas construyendo habitación por habitación, según las necesidades que detectas, y que al final todas ellas acaban estando muy bien imbricadas, todas confluyen a un mismo fin: la mejora de la situación presente y, por supuesto, futura de los estudiantes.
Pienso que todos los proyectos que ofrece la ONG se complementan a la perfección: sin un buen Programa de Salud o de Nutrición sería imposible que el Programa de Educación Integral funcionara. Además el resto de iniciativas, como las charlas sobre sexualidad o control de la natalidad, ayudan a concienciar a estas familias y complementan el resto del trabajo.
Es una construcción que trata de proporcionarles las herramientas necesarias que les permitan acceder a una realidad viable que de otra manera sería imposible. Para los estudiantes de Semilla, por ejemplo, aprender inglés no tiene la función de entenderse para viajar al extranjero, sino que les dará la posibilidad de poder acceder a puestos de trabajo que sin ese conocimiento les estarían vetados. Y eso sí que es una herramienta de presente y de futuro.
Y además esto no para, se van impulsando nuevos proyectos en función de las necesidades detectadas, que van a seguir mejorando el programa de Educación, como el nuevo Proyecto de Educación Temprana para niños y niñas menores de 3 años, en el que ya se está trabajando.
¿Has notado muchas diferencias en la metodología de enseñanza india?
La verdad es que sí… Desde los métodos de enseñanza, muchas veces muy centrados en la repetición y memorización, hasta el hecho de que los alumnos/as estén sentados en el suelo durante la clase… Para mí es una postura en la que es difícil trabajar — a mi edad lo de irme sentando en el suelo, ya me cuesta—. Pero esta es la realidad que hay aquí, y a la que hay que adaptarse.
¿Y cómo ha sido la adaptación para trabajar con el equipo de profesorado de Semilla?
Ha sido muy fácil, me he sentido acogido desde el primer momento. El hecho de ser un recién llegado y estar trabajando en la mejora de metodologías y de procesos a veces puede ser un poco incómodo para el resto del equipo, pero la verdad es que todos los profesores y profesoras están dispuestos a escuchar y a colaborar, lo que ayuda mucho en el avance del trabajo.
Además, también trabajo codo con codo con Rumpa, una muy buena profesional, con mucho criterio, que me está ayudando mucho a entender cómo funcionan las cosas aquí y a proponer los nuevos cambios que podrían ayudar en un futuro. Ella también es un referente para el profesorado, algo que creo que es muy importante a la hora de poder llegar a ellos con nuevas propuestas.
Según lo que has visto en este tiempo ¿cómo están ayudando los proyectos de educación de Semilla a las comunidades de los slums de Sigra y a las de Dashashwamedh?
Creo que Semilla no es la mejor oportunidad que tienen estas familias para cambiar su futuro, sino la única. Y creo que el proyecto está muy bien planteado para que lo consigan. Si algo he podido constatar estas semanas colaborando aquí, es que los más de 250 niños que forman parte del Programa de Educación de Semilla están aquí porque quieren aprender y, de alguna forma u otra, saben que esta es su oportunidad.
¿Y cómo valoras tu trabajo aportado aquí y la experiencia como voluntario?
¡La experiencia, fantástica! Mi trabajo… pues seguro que haré menos de lo que deseo, pero no será por voluntad, por ilusión y por fuerza. La verdad es que me he implicado enseguida en el proyecto y estoy intentando aportar ideas en todo aquello que se me ocurre. Y por supuesto, estoy dispuesto a echar una mano en lo que se necesite, sea en educación, nutrición, limpieza u organización!
Al final, todo lo que uno pueda aportar como voluntario es mucho menos de lo que recibe… El trato y el apoyo de todas las personas que rodean a Semilla está siendo inmejorable y el hecho de poder conocer esta realidad, tan distinta a la que estoy acostumbrado, y encima poder contribuir a mejorarla (aunque sea un poco), es impagable.