El doctor Anand Ji, que se incorporó recientemente a nuestro equipo, tiene una importante labor por delante: la gestión del dispensario médico de Semilla para el Cambio en Varanasi, donde pasa consulta dos veces por semana.
Este proyecto orientado al cuidado de la salud de las comunidades más vulnerables de los barrios de Sigra y Dashashwamedh tiene ahora más relevancia que nunca, tras el duro impacto del coronavirus en el ámbito sanitario del país. La financiación de la diputación de A Coruña hace posible que contribuyamos a garantizar la atención y cuidados médicos de cerca de mil familias en situación de pobreza.
En este momento de recuperación y reactivación, algunas de las secuelas del coronavirus no son visibles a primera vista, desvela Anand Ji, quien piensa que ahora, uno de los grandes riesgos en general para la sociedad son las enfermedades mentales. “Creo que la gente aún sigue enferma mentalmente, más que físicamente. Físicamente se van curando, pero las condiciones emocionales no son buenas: muchas personas sufren estrés, depresión, etc. Y no tienen recursos para tratarse o curarse”, explica el doctor. Su reflexión sobre esta nueva situación hace que en Semilla para el Cambio valoremos la posibilidad de ampliar nuestra atención médica a temas de salud mental con profesionales adecuados.
Sin embargo, Anand Ji es positivo sobre las condiciones de las familias a las que trata en la ong. Durante estos meses de trabajo, los principales problemas que ha identificado están relacionados con la nutrición y enfermedades derivadas de una dieta irregular.
“Existe déficit de calcio, hierro y, en general, no hay rutinas diarias dedicadas al cuidado de la salud, que son muy importantes”, opina, y señala que hace falta información sobre hábitos alimentarios positivos. “Las comunidades con las que trabaja Semilla para el Cambio afrontan, principalmente, hipocalcemia (baja concentración de calcio en la sangre) y anemia. En la mayoría de los casos provocan dolor en todo el cuerpo, en las rodillas y las articulaciones, contra lo que se toman un analgésico y se sienten mejor. Pero esto no significa que estén curados”, cuenta.
La educación como pilar de una vida sana
Para lograr mejoras reales, insiste, la educación es fundamental. Desde su consulta, trata de combatir la costumbre de tomar medicinas para mitigar el dolor y explica a los pacientes que para erradicar los problemas, hay que trabajar en su raíz: en este caso, por ejemplo, tomar alimentos con calcio y hierro sobre los que da información, en otros, aprender hábitos alimentarios, mostrar los riegos de tomar agua que puede no ser potable, etc.
El doctor es el responsable de que los y las estudiantes del programa de Educación de Semilla para el Cambio estén bien nutridos. “Los alimentos que proporciona Semilla son buenos para que los niños y niñas tengan una dieta equilibrada”, dice. Pero lamenta que fuera de la ongd, la malnutrición infantil es común. Una tendencia que podría aumentar en un contexto como el actual, de inflación creciente y con el precio de los alimentos en alza.
“Para el día a día, no les puede faltar proteínas y calcio. Pueden consumir daal (lentejas), leche y verduras (…) No hacen falta granadas, kiwis o manzanas, que son frutas caras porque vienen de fuera de Uttar Pradesh. Pueden hacerse con guava, que se cultiva localmente, es barata y aporta vitaminas y minerales”, propone para intentar garantizar unos mínimos. Y subraya: “nunca pueden faltar verduras”.
Según Unicef, no comer bien hasta los cinco años puede causar problemas de crecimiento físico y mental, derivar en secuelas y aumentar las posibilidades de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o cardíacas. A partir de esa edad y durante la adolescencia, la buena alimentación sigue haciendo falta para nutrir el cuerpo y el cerebro; es necesaria para mejorar el rendimiento escolar y cognitivo, y puede facilitar la recuperación de complicaciones derivadas de la malnutrición en la primera infancia.
Por eso, como reitera una y otra vez Anand Ji, es muy importante que tanto niños como mayores interioricen hábitos y un estilo de vida saludable a través de una dieta equilibrada que les permita impulsar su desarrollo, tanto físico como psicosocial.