Una buena alimentación impulsa la supervivencia, el crecimiento, buen desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas, pero fracasamos en proteger el derecho de los más pequeños a tener una dieta sana y equilibrada.
Así lo asegura Unicef, la Agencia de Naciones Unidas para la Infancia, en su informe “¿Una alimentación para el fracaso?” publicado en septiembre, en el que recuerda que la Convención sobre los Derechos del Niño, de la que se cumplen 32 años el próximo 20 de noviembre, defiende el derecho a una alimentación y nutrición adecuadas.
No comer bien hasta los cinco años puede causar problemas de crecimiento físico y mental, derivar en secuelas y aumentar las posibilidades de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o cardíacas. A partir de esa edad y durante la adolescencia, la buena alimentación sigue haciendo falta para nutrir el cuerpo y el cerebro; es necesaria para mejorar el rendimiento escolar y cognitivo, y puede facilitar la recuperación de complicaciones derivadas de la malnutrición en la primera infancia. Tener una dieta equilibrada es una forma de asentar hábitos y un estilo de vida saludables, y de reforzar el crecimiento y el desarrollo psicosocial.
Pero uno de cada tres niños menores de cinco años en todo el mundo sufre algún tipo de malnutrición: desnutrición crónica (retraso de crecimiento físico y potencialmente cognitivo); desnutrición aguda o emaciación (delgadez extrema que debilita el sistema inmunológico); hambre oculta (causada por el déficit de nutrientes y micronutrientes que puede derivar en retraso de crecimiento y enfermedades), o sobrepeso (desequilibrio entre la ingesta de calorías y su quema, provocado en gran medida por el consumo de comida poco saludable, rápida y edulcorada). Cuando se combinan la desnutrición, el hambre oculta y la obesidad se habla de “la triple carga de la malnutrición”, una tendencia que pone en peligro la supervivencia, crecimiento y desarrollo de los niños/as, pero también de las economías y las sociedades.
En todo el mundo, más de 149 millones de niños menores de cinco padecen retraso de crecimiento, 45.4 emaciación, 38.9 sobrepeso y 340 no reciben todas las vitaminas y micronutrientes necesarios. Según Unicef, la mitad de los niños a penas ven en su dieta frutas y verduras.
La malnutrición en India
En India ocurre esto. Es uno de los grandes países productores de leche, arroz y verduras, entre otros alimentos nutritivos, pero los problemas de crecimiento han aumentado en la última década en la mayoría de los estados, según recogen estudios nacionales.
La mitad de los menores de cinco años están desnutridos. De casi un millón de niños y niñas que sufren desnutrición aguda -tienen un peso muy bajo para su altura-, el 40% de ellos viven en Uttar Pradesh, el estado donde está la ciudad de Varanasi, sede de los proyectos de Semilla para el Cambio.
El año pasado, un estudio publicado en la revista Nature identificó este estado como el tercer lugar del mundo con mayor porcentaje de desnutrición crónica -cuando la altura es demasiado baja para su edad- solo por detrás de Jiwaga, en Nigeria, y Karuzi, en Burundi. Según el mismo informe, cerca de la mitad de los 176 millones de niños del mundo con problemas de crecimiento que había en 2017, vivían solo en cuatro países: 51.5 millones en India (el 28.6% de todos los niños y niñas del mundo), 16.2 millones en China y 10.7 en Pakistán y el mismo número en Nigeria.
A nivel institucional se han hecho algunos esfuerzos para aliviar el problema, como el lanzamiento en 2018 del plan gubernamental POSHAN Abhiyaan (“Misión Nutrición”) para disminuir un 2% al año la malnutrición en menores de cinco años y un 3% la anemia en niños, adolescentes y mujeres hasta 2026.
Ésta y otras medidas han contribuido a mejorar la economía y calidad de vida en India, pero los niveles de desnutrición infantil y también materna siguen siendo alarmantes. La pandemia del coronavirus ha empeorado aún más la situación de las familias más vulnerables, que viven al día: muchos padres y madres han perdido sus empleos o reducido sus ingresos, el precio de los alimentos se ha disparado, y cada vez ven más difícil ofrecer una dieta adecuada a los niños y niñas. Los alimentos frescos y variados son más inaccesibles y escasean en la mesa.
Este complicado panorama refleja que aún queda mucho camino para garantizar el derecho de los niños y niñas a comer y crecer en salud en India, pero cada paso cuenta.