Poco a poco India se recupera de la segunda ola de coronavirus que dejó en abril y mayo cifras históricas de hasta 400.000 nuevos contagios al día. Pero el impacto del virus transciende la crisis sanitaria y agrava la económica, con efectos muy concretos sobre la población más vulnerable, para la que cada día es más difícil poner un plato en la mesa.
En un país con más de 1.350 millones de personas, donde muchas dependen de la economía informal, las medidas habituales impuestas por las autoridades para frenar la pandemia, como el confinamiento y la distancia social, han afectado a sus medios de vida: hay quienes han perdido sus trabajos o visto cómo sus ingresos se reducían drásticamente. Una situación que aún padecen millones de personas a pesar de la desescalada gradual y caída de casos.
Para combatir el impacto, el Gobierno puso en marcha el Pradhan Mantri Ghareeb Kalyan Ann Yojana, un programa para suministrar alimentos en grano a las familias más pobres y a los migrantes, entre las comunidades más vulnerables. Pero no es accesible para todos.
Para recibir los 5kg de trigo o arroz y uno de lentejas que se ofrecen a cada familia mensualmente hay que tener una cartilla de racionamiento, y el requisito es estar en un censo que no se actualiza desde 2011. Actualmente hay 7.3 millones de familias con cartillas de racionamiento, pero teniendo en cuenta el rápido crecimiento demográfico del país, se estima que más del doble podría necesitar esta ayuda.
Esta traba burocrática, y la imposibilidad de registrarse para conseguir nuevas cartillas en casi ningún estado indio, hace que millones de familias que esperan este documento desde hace años se empobrezcan aún más por la crisis del coronavirus.
A esta falta de acceso se suma la de recursos. El Gobierno ha invertido 6.000 millones de euros en una campaña de vacunación masiva contra la Covid-19, lo que limitará el presupuesto para programas de protección social. Aunque estas medidas tampoco son suficiente para paliar los efectos del coronavirus, que ha debilitado enormemente la economía india. El país vive un momento de “estanflación”, un concepto económico que implica la aceleración de la inflación con tasas de desempleo elevadas. Según los últimos datos publicados por el Banco Mundial, la inflación pasó del 3,56% en 2019 al 4,57% en 2020, cuando comenzó la pandemia. Desde hace meses roza el 6%.
Alimentos más caros, menos oportunidades
Las cifras son retos. En India se están registrando precios históricos que asfixian a una sociedad con casi el 22% de la población viviendo con menos de dos dólares al día.
Ha subido el precio de las bombonas, esenciales para tareas tan cotidianas como cocinar, y por primera vez en la historia el litro de gasolina ha superado las 100 rupias (1,15 euros). Esto encarece los productos de consumo, la mayoría de los cuales se llevan por carretera, como las frutas y verduras, con los precios también alterados por la ruptura de las cadenas de producción y suministro causadas por el coronavirus: algunas empresas agropecuarias tuvieron que cerrar, la producción se redujo, la distribución se dificultó y el precio subió.
El arroz, las manzanas o la leche, por ejemplo, valen más. Los tomates pasaron de 20 a 40 rupias el kilo (medio euro) y el pollo de 130 a 220, un lujo para un conductor de rickshaw que gana 250 rupias (casi tres euros) al día. Las lentejas subieron de 60 a 110 rupias el kilo y el aceite de mostaza de a 120 de 180, un 33% más. En los próximos meses el pollo y los huevos serán aún más caros (un 20% y un 8%, respectivamente), y la leche también seguirá subiendo.
En los hogares, esta situación se traduce en menos ingresos y ahorro. Y más deudas. Las familias con pocos recursos han sobrevivido a los tres meses de confinamiento de este año pidiendo ayudas a sus familiares, vecinos o tenderos, comprando a crédito y endeudándose aún más. Algunas han tenido que cambiar sus hábitos alimentarios: dejan de comer alimentos ricos en nutrientes, como leche y lentejas, y centran sus platos solo en arroz o chapati, un pan tradicional hecho con harina de trigo. Otras se han visto forzadas a comer solo una vez al día. En los casos más extremos, niños han muerto porque sus familias no pudieron alimentarles durante semanas o tras consumir comida en mal estado.
Esta escasez en las cocinas aumenta el riesgo de inseguridad alimentaria, poniendo en peligro el acceso a comida sana y variada, sobre todo de los niños y niñas, necesaria para garantizar su buen desarrollo y crecimiento. Antes del estallido del coronavirus, el 39% de los niños y niñas indios con menos de cinco años tenían retrasos del crecimiento: menos peso y altura . En total, casi un tercio de todos los niños con problemas de crecimiento en el mundo.
Con la pandemia, los logros realizados para mejorar su desarrollo en los últimos años se perderán. Llevará un tiempo descubrir un el impacto, pero por ahora hay estudios que estiman que el número de personas pobres en India ha aumentado en 75 millones debido a la recesión de la covid-19 y la clase media podría haberse reducido en 32 millones. Las consecuencias pueden ser catastróficas para una generación.
Incertidumbre ante el futuro
La ciudad sagrada de Varanasi, en el estado de Uttar Pradesh, es donde Semilla para el Cambio tiene sus proyectos. Según el Ministerio de Salud y Bienestar Familiar, ha sido la segunda región más herida por la segunda ola de coronavirus de todo el país, que también ha causado más pobreza e incertidumbre.
Se reabren escuelas y reactivan proyectos y trabajos, pero la economía sigue estancada. Las familias más pobres buscan la manera de hacer frente a meses de confinamiento mientras los precios de alimentos y combustibles siguen subiendo. Miran al futuro con inseguridad entre las predicciones de una tercera ola que podría ahondar aún más la actual crisis.