Tras casi 6 meses de confinamiento, menos restrictivo en India desde el pasado mes de junio, el alumnado de todo el país sigue sin poder acudir a las aulas. Los centros educativos permanecen cerrados y las organizaciones que trabajamos con menores en situación de vulnerabilidad corremos contrarreloj para superar la brecha digital y que este período de excepcionalidad que se alargará en el tiempo, no cause una mella en el nivel educativo de nuestros estudiantes, ni en sus hábitos. El objetivo es que sigan estudiando, pese a todo. El apoyo a las familias es una de las claves, para evitar el absentismo escolar, a causa del trabajo infantil u otras razones.
Desde principios de julio, Semilla para el Cambio retomaba su proyecto de Educación Integral, de manera virtual, puesto que, aún hasta hoy, los centros educativos siguen cerrados en India. Una modalidad que ya en mayo dio sus primeros pasos, muy costosos, teniendo en cuenta que nuestro alumnado cuenta con escasos recursos y no tenía en buena parte acceso a dispositivos móviles ni a Internet, ni nuestro profesorado contaba con experiencia previa de clases online. No obstante, el equipo de coordinación del proyecto valoró como urgente la necesidad de intervenir y superar la brecha digital, ante los posibles impactos que la interrupción de las clases podía tener en la evolución educativa de nuestras alumnas y alumnos y que no se esperaba que el gobierno permitiese abrir las escuelas a corto plazo.
“Para derribar la barrera de la falta de dispositivos, lo que hicimos fue hacer un censo de cuántos teléfonos tenían las familias, cuántos portátiles o tablets teníamos en nuestras instalaciones y cuántos niños y niñas podrían compartir teléfono. Reparamos algunos dispositivos e instalamos las aplicaciones y compramos 7 tablets, para los que no tenían acceso de ninguna forma”, explica Matías Carballido, cooperante de Semilla para el Cambio, desde Varanasi. “Hicimos un horario y entre ellos se turnan para usar los dispositivos de Semilla. Viene cada día uno a recoger las tablets y por las tardes las devuelve”, apunta Matías.
De este modo, actualmente, Semilla para el Cambio ha garantizado que prácticamente todo el alumnado del proyecto Educativo pueda acceder a las clases que, diariamente, sigue ofreciendo, a través de una plataforma de viodeollamadas simultáneas. Matías Carballido nos explica la dinámica de las clases: “Dependiendo de la edad y de las condiciones familiares, hay más o menos alumnos por clase (entre 3 y 15 aproximadamente). Los alumnos disponen de una plataforma online donde tienen los materiales de clase a su disposición y se coordinan los deberes y además tienen una hora de clase donde están conectados desde su teléfono y el profesor en pantalla les va explicando las materias, proponiendo ejercicios, haciendo preguntas, mandando tarea”.
Aún así, apunta, no es fácil. “Creo que el esfuerzo que están haciendo tanto alumnos como profesores es enorme. Es muy difícil lograr que los niños, en el contexto de su vida cotidiana en el slum, encuentren un lugar tranquilo donde sentarse a clase, concentrarse frente a la pantalla y tomarse en serio las tareas. Muchos no encienden la cámara o continuamente se corta la conexión. Pero creo que también se divierten explorando un poco la tecnología y realmente algunos profesores han aprendido muy bien y lo dan todo, están ahí con una sonrisa explicando y comprobando que los niños entienden, haciendo las clases muy dinámicas, pendientes del temario y usando todos los recursos a su alcance para que los niños no pierdan la motivación por estudiar. Seguro que el hecho de familiarizarse con este tipo de herramientas será, al final, positivo para todos”, concluye Matías Carballido.
Tampoco para el profesorado esta nueva modalidad de educación online ha estado exenta de retos. “Ha sido todo un desafío”, explica Elena Botica, parte del equipo de trabajo de Semilla. “El equipo de coordinadores de Educación de Sigra y Dashashwamedh ha realizado un enorme trabajo en la capacitación de profesores y las clases han mejorado mucho desde entonces. Al principio, los profesores se comunicaban con los alumnos por Whatsapp. Pronto vimos que era un caos para los alumnos y no les facilitaba nada el aprendizaje. A partir de julio, en plena desescalada, formamos a los profesores para usar Google Classroom y Google Meet. El Classroom es un aula virtual donde se almacenan materiales, vídeos, el profesor puede corregir los deberes, hay carpetas para cada materia y cada alumno y se pueden compartir muchos tipos de documentos. Además, para sus clases por videoconferencia han aprendido a utilizar presentaciones de documentos, diapositivas y hojas de ejercicios en línea, pizarra online donde pueden escribir y borrar con mejor calidad que mostrando una pizarra real. También a utilizar los auriculares con micrófono y a estar siempre presentes con la cámara encendida motivando a los alumnos a participar”, concluye.
Elena es responsable, además, de realizar el seguimiento y control de calidad de las sesiones formativas, dentro de un proceso de mejora continua: “Entro a las clases como “oyente” y controlo que todo está funcionando bien: la conexión del profesor es estable, la calidad de sonido e imagen es suficientemente buena como para entender el contenido, los profesores utilizan todos los recursos a su alcance, la clase es amena, nadie se queda fuera, puntualidad de todo el grupo, continuidad de la clase a través de tareas, preparación de los materiales por parte de los profesores, etc.”
Cerrando el círculo
Por último, nos gustaría cerrar esta crónica con una experiencia que, como organización, nos llena de orgullo y fuerza para seguir en este itinerario que, durante una década, nos ha llevado a apostar por la educación como herramienta clave para romper con el círculo de la pobreza.
Durante las primeras semanas de pandemia, los estudiantes de los últimos cursos ya se revelaron como importantes apoyos de la ongd, ayudando al equipo en la gestión de la ayuda alimentaria de emergencia. Y ahora, algunos están recibiendo formación, por parte de las profesoras de Educación Infantil, para que den clase a los más pequeños de sus comunidades. Un logro fruto de su madurez y esfuerzo que, no olvidamos, ha sido posible, también, gracias al apoyo de los padrinos y madrinas que han apostado por su educación, a través del proyecto educativo de Semilla para el Cambio.
Seguimos transformando.