“Una de mis máximas metas como voluntario era hacer que los niños y niñas se divirtieran jugando. Infancia solo hay una”

“Una de mis máximas metas como voluntario era hacer que los niños y niñas se divirtieran jugando. Infancia solo hay una”

Mateo Fuentes es un reincidente en voluntariado internacional. El año pasado colaboró con nuestros proyectos en Varanasi durante cuatro meses y este mes de septiembre, aprovechando parte de sus vacaciones, ha vuelto a India para quedarse unas semanas y seguir apoyándonos con sus conocimientos y su gran entusiasmo.

Mateo conoció Semilla en un viaje que realizó por India con su familia. Tras visitar la ONG, decidió que quería ser una parte activa de ese cambio y solicitó un voluntariado internacional en el año 2018. Llegó a Varanasi en el verano de ese año y se quedó hasta diciembre, colaborando principalmente con el departamento de regalos solidarios, pero dando apoyo también en todas las demás áreas.

“La palabra voluntariado no me gusta demasiado —nos cuenta—. Porque cuando cuento que he hecho un voluntariado en la India, la gente suele pensar que soy una especie de misionero. Pero nada más lejos de la realidad. Sinceramente, yo lo único que he hecho ha sido divertirme y ayudar en lo que he podido. Pero nunca me ha supuesto ningún esfuerzo. Y es completamente cierto que me han ayudado más a mí de lo que yo he podido aportar, algo que ya sabía desde el principio”.

Cuando volvió a su Coruña natal, después de esa primera experiencia en Varanasi, se integró en el grupo de voluntariado que la ONG tiene en esta ciudad gallega, que coordina desde hace unos meses y a través del que ha mantenido el vínculo con la ONG. Y este mes de septiembre, decidió volver a Varanasi unas semanas, aprovechando parte de sus vacaciones.

Voluntariado - India - Semilla para el cambio
Mateo tocando la guitarra en una de sus visitas al ‘slum’

Un compañero de juegos

Voluntariado - India - Semilla para el cambio
Los domingos, algunos de los estudiantes de Semilla iban al parque con Mateo.

Además del equipo de Semilla, que lo esperaba con los brazos abiertos, otros que esperaban la vuelta de Mateo con gran ilusión eran los estudiantes de la ONG, especialmente los más mayores. Volvía el que había sido para ellos un compañero de juego y tardes de conversación. “Los niños y niñas de Semilla han sido para mí una fuente inagotable de alegría —cuenta también Mateo—. Todos y cada uno de ellos y ellas me conquistaron con su sonrisa, su respeto, su atención y su inocencia. Durante mis 4 meses allí fueron toda la energía que necesitaba. Con ellos era fácil estar siempre contento y siempre haciendo bromas.  Y desde que he vuelto, no exagero si digo que pienso en ellos en algún momento del día. Los  echo mucho de menos”.

Y es que Mateo no solo se limitaba a verlos durante la semana, en el centro de Sigra, sino que también los visitaba durante el fin de semana. “Recuerdo perfectamente el primer domingo que me acerqué al slum a hacerles una visita y acompañarlos a jugar al parque. ¡Qué alegría se llevaron con mi visita! ¡Y qué subidón me dio ver todas esas caras alegres!

Con ellos jugaba habitualmente al “kabaddi“, un juego originario de India que se juega por equipos. “No puede ser más divertido —asegura—. Es un deporte profesional allí en India y se trata de una mezcla entre el rugby (sin balón) y el pilla pilla. Al principio, los alumnos más mayores me dejaban ganar para no hacerme daño, hasta que les pedí que por favor me trataran como uno más. Y terminamos todos por los suelos, partiéndonos de risa”.

“Una de mis máximas metas era divertirme con los chavales y hacer que ellos se divirtieran jugando. Suena muy simplista, pero infancia solo hay una. Esta etapa de sus vidas formará sus personalidades y valores”, explica Mateo. “Gracias a Semilla para el Cambio, estos niños tienen la maravillosa oportunidad de disfrutar de una infancia en el colegio con otros niños y niñas. Lejos de la recogida de basura y de cualquier otro tipo de trabajo, que es donde estarían de no ser por la ONG. Así que hay motivo para la esperanza y hay motivo para sonreír con ellos