“Este proyecto no solo facilita que las mujeres tengan acceso a un trabajo digno, también sirve para empoderarlas, para que confíen en sí mismas y para que vean que son capaces de todo lo que se propongan”. Ruchi Singh ha puesto esta semana punto y final a una etapa de cuatro años y medio al frente del Curso de Corte y Confección de Semilla para el Cambio. Hablamos con ella sobre los aprendizajes y las experiencias que más le han marcado durante este tiempo.
“Tenemos que conseguir que las mujeres no vuelvan a recoger basura nunca más, que sean conscientes de que tras completar el curso pueden optar a un trabajo digno dentro del sector de la costura y la moda”. Así de contundente se expresa Ruchi Singh, la profesora del Curso de Corte y Confección de Semilla, uno de los proyectos que se integran dentro del Programa de Mujer de Semilla para el Cambio. Se trata de un taller teórico-práctico con una duración de seis meses, un tiempo en el que los estudiantes se forman en las técnicas básicas de patronaje y costura.
Formada en la Satyagyan Foundation de Varanasi, una organización india que organiza talleres para las niñas y las mujeres de la ciudad, Ruchi no se olvida de las más de 50 mujeres que han pasado por su clase en los cuatro años que lleva trabajando en la ONG. Imposible olvidarse tampoco de los dos únicos hombres que completaron la formación. “Me quedo con la fortaleza que tienen para seguir siempre adelante, imposible olvidar sus sonrisas y su positividad”.
¿Qué relación tienes con estas mujeres?
Durante los últimos años he tenido la oportunidad de cultivar una relación muy cercana, me encanta pasar el día con ellas. En muchas ocasiones vienen a clase con sus hijos e hijas, que están escolarizados gracias a Semilla, y es muy agradable estar todos juntos en clase. Siempre hay momentos de mucha diversión, sobre todo cuando las madres están acompañadas de los niños y niñas más pequeños, son muy graciosos.
¿Qué has aprendido de tu relación con las mujeres?
Lo primero que he aprendido de mis alumnas ha sido su lengua, el bengalí. Esto me ha permitido establecer una relación más cercana con ellas, de lo contrario difícilmente se hubiese generado el vínculo que ahora nos une. También he aprendido a abrirme a la gente, a no tener miedo a expresarme en público y a tener más confianza en mí misma. Las mujeres que acuden a la ONG, ya sea para estudiar o para trabajar, siempre están contentas. A pesar de los problemas que arrastran y de las difíciles condiciones en las que viven, me quedo con la fortaleza que tienen para seguir siempre adelante. Imposible olvidar sus sonrisas y su positividad. Los problemas van y vienen, es parte de la vida, pero a su lado he aprendido que la sonrisa nunca deberíamos perderla.
¿Qué cambios has detectado en las alumnas tras su paso por el curso?
Algunas mujeres han accedido al Taller de Artesanía de Semilla después de su paso por el Curso de Corte Confección. De lunes a sábado están elaborando regalos solidarios y pequeñas prendas y complementos, como bolsas o pañuelos de seda. Este trabajo las dignifica y les proporciona un buen salario. Algunas mujeres han utilizado sus ahorros para comprarse sus propias máquinas de coser y están trabajando desde casa, arreglando la ropa o confeccionando nuevas prendas para sus vecinos. Es muy importante porque están ganando dinero en el interior de la propia comunidad. Otras mujeres han regresado a sus pueblos y, por lo que me cuentan sus familiares y amigos que siguen aquí, están trabajando como modistas. También hay otras estudiantes que ahora mismo están trabajando en algunas fábricas y telares artesanales de Varanasi.
¿Hay alguna historia o anécdota que recuerdes con especial cariño?
Me quedo con la historia de Madina. Antes su condición era muy difícil, su marido no confiaba en ella y apenas le permitía salir de casa. Pero un día, gracias a Laltusi, la cocinera de Semilla, supo de la existencia de este curso. Recuerdo que tuve una reunión a solas con ella para explicarle que podía unirse al grupo, que las puertas de mi clase siempre estarían abiertas para ella, que podría aprender muchas cosas si se animaba a dar el paso adelante. Al inicio no fue nada fácil, tuvimos que hablar en muchas ocasiones con su marido para que confiara en ella, para que entendiese de que aquí podía aprender una profesión. Tras muchos esfuerzos, conseguimos que Madina empezará a venir al curso. Ha sido una de mis mejores alumnas, probablemente la mejor. Su caso es una historia de superación única.
¿Cómo ha cambiado su vida tras asistir al curso?
Después de pasar por el taller, la vida de Madina ha cambiado drásticamente. Además, también ha servido para cambiar la mentalidad de su marido. Por ejemplo, es la primera mujer que se ha comprado una máquina de coser eléctrica. Poco a poco, su marido ha empezado a confiar en ella y su situación ha mejorado muchísimo. La vida de Madina y la de su familia es completamente diferente, tanto a nivel personal como profesional. El ejemplo de Madina nos demuestra que este proyecto no solo consigue que las mujeres tengan un salario, sino que sirve para empoderarlas, para que confíen en sí mismas y para que vean que son capaces de todo lo que se propongan.
También ha habido algún hombre que ha realizado el curso en los últimos años, ¿cómo ha sido esa experiencia?
En los últimos cuatro años y medio únicamente he tenido dos alumnos. Recuerdo con especial cariño el caso de Ramjaan, fue el primer chico que se apuntó al taller. “Si aprendo a coser podré convertirme en un sastre, tendré un trabajo respetable y podré ganarme la vida de una manera más digna que recogiendo basura”, recuerdo que me explicó el primer día de clase. Aunque tan solo estuvo unos meses asistiendo al taller, progresó más rápido que el resto de sus compañeras y su técnica a la hora de coser era muy avanzada.
¿Por qué tan pocos hombres se animan a aprender la profesión?
En la India sigue estando muy arraigada la idea de que únicamente las mujeres pueden coser y confeccionar vestidos. De hecho, las chicas y mujeres del curso solían meterse con Ramjaan porque entendían que este tipo de profesión es solo cosa de mujeres. Yo les expliqué que debían cambiar su actitud, porque cualquier persona puede aprender a coser y, sobre todo, porque cualquier persona puede trabajar como sastre o modista. No es un tema de hombres o mujeres. En este sentido, recuerdo el día que tuvimos que confeccionar un sari en clase. “Profesora, lo siento mucho, pero yo no puedo realizar este ejercicio, ninguna compañera de clase permitirá que le tome las medidas”. Difícilmente podré olvidar su expresión de tristeza cuando pronunció estas palabras. Entonces le dije, “no te preocupes Ramjaan, puedes tomar mis medidas y prepararme un vestido”. Probablemente sea el vestido más especial que nunca me hayan hecho.
¿Cómo se consigue que las alumnas confíen en la profesora?
Los primeros días del curso suelen ser los más complicados, más que nada porque muchas mujeres adultas me siguen viendo como niñas. Pero con el paso de las semanas empiezan a confiar en mí. Yo siempre estoy encima de ellas, motivándolas y felicitándolas por el buen trabajo que están realizando. Ellas se sienten valoradas y contentas de venir a clase. Normalmente nadie suele apreciar o valorar el trabajo que cada día realizan estas mujeres, ni siquiera sus maridos o su familia suele hacerlo. Al inicio yo también solía visitarlas en los slums, me gustaba pasar un rato con ellas. Y el hecho de tenerme entre ellas, en el interior de sus hogares, es una forma de motivarlas y de demostrarles que no hay diferencias entre nosotras.
¿Qué progresos y mejoras han constatado en los últimos años?
He visto un gran cambio en los últimos años. Al inicio recuerdo que, pese a completar el Curso de Corte y Confección, la mayoría de las mujeres volvía a su situación de partida, es decir, a recoger basura por las calles de Varanasi. En cambio, ahora, las mujeres pueden tener un trabajo en el Taller de artesanía de Semilla. Al inicio únicamente se elaboraban dos productos, pero ahora la gama de productos se ha ampliado mucho. Además, las mujeres están trabajando con máquinas de coser profesionales, por lo que el acabado de las prendas y de los regalos es perfecto. En este tiempo también he visto grandes progresos en el conjunto de proyectos de la ONG.