Rabiul Shekh tiene 17 años y es uno de los estudiantes del Proyecto Educativo de Semilla para el Cambio. También es el hijo de Laltusi Shekh, cocinera en el centro de Sigra y una de las artesanas de proyecto de pintado de pañuelos de seda Marina Silk. Nos cuenta cómo el trabajo de su madre ha cambiado la vida de toda la familia.
Hasta que Laltusi entró a trabajar en el taller de Marina Silk, Rabiul veía todos los días a su madre levantarse a las 4 de la mañana para hacer comida para otros trabajadores del slum y poder mantenerlos a él y a sus hermanos. “Era un trabajo muy duro y muy mal pagado — recuerda—. Mi padre se quedó paralítico cuando yo era pequeño y el dinero que mi madre ganaba vendiendo comida en el slum representó durante muchos años el único ingreso de nuestra familia, lo que apenas nos daba para sobrevivir”.
“Teníamos el dinero justo para vivir, pero no para ahorrar, ni para permitirnos ningún gasto extra. Cuando era pequeño, si veía una chaqueta que me gustaba o cualquier otra cosa, mi madre no me la podía comprar. Vivíamos con lo justo”, cuenta Rabiul. La economía de esta familia —que emigró de su aldea natal en Bengala Occidental a Varanasi en busca de una vida mejor— era tan precaria, que Laltusi tuvo que enviar a dos de sus hijos a trabajar a Bombay, a más de 1.000 kilómetros de distancia de Varanasi, ya que no podía mantenerlos con el dinero que ganaba, según cuenta Rabiul.
Pero en 2010, Semilla para el Cambio llegó al slum en el que vivían Rabiul y su familia. Tanto él como otros niños y niñas se integraron en el Programa de Educación y empezaron a ir al colegio y, poco después, algunas mujeres empezaron a trabajar en el taller de Marina Silk. Así pudieron abandonar la recogida de basura, que es la principal actividad de la comunidad. “Es un trabajo muy duro, tienes que cargar mucho peso y recorrer largas distancias con él, Además, sufrimos acoso cuando hacemos ese trabajo”, explica el joven estudiante que añade que es un trabajo aún más duro para las mujeres, ya que en India está mal visto que conduzcan bicicletas y tienen que cargar a pie con los residuos a lo largo de varios kilómetros.
Mejora en sus condiciones de vida
Cuando Semilla para el Cambio empezó a trabajar en los slums de Sigra, Laltusi fue una de las mujeres que se formó para pintar pañuelos de seda en el Taller Marina Silk y una de las primeras beneficiarias del Programa de Mujer de la ONG. Después comenzó a trabajar también como limpiadora del centro de Sigra y finalmente, hace unos años, como cocinera para el comedor escolar. Es un trabajo que sigue compaginando con su labor en los talleres artesanos de la ONG, donde elabora regalos solidarios.
“Siempre quise que mi madre tuviera un trabajo respetable y bien pagado. Ahora lo tiene y vivimos mucho mejor que antes”, cuenta orgulloso Rabiul. Y es que con su trabajo en Semilla, los ingresos de Laltusi aumentaron, permitiendo que la familia mejorara sus condiciones de vida, con acceso a una mejor alimentación y vestido. Además, el nuevo trabajo de su madre, ayudó a que Rabiul no haya tenido que ponerse a trabajar para ayudar en casa y haya podido seguir estudiando hasta el día de hoy.
“Mi madre lleva trabajando muy duro para mantenernos durante muchos años, así que ahora solo quiero estudiar para tener un buen trabajo y que ella pueda descansar”, afirma Rabiul, uno de los mejores estudiantes de Semilla en Sigra. Ya ha empezado a pensar qué estudiará cuando termine la educación obligatoria. “Creo que estudiaré algo relacionado con la contabilidad comercial”, dice, pensando en su futuro.
Al asociarte al Programa de Mujer de Semilla para el Cambio no solo estás contribuyendo a empoderar a mujeres como Laltusi, también a mejorar la situación de sus familias y de sus hijos e hijas, como Rabiul, para que puedan seguir estudiando y mejorando las perspectivas de futuro de las nuevas generaciones.