María Bodelón nos habla en este post del reciente desalojo de una de las colonias de los slums de Sigra en las que vivían varias familias beneficiarias de Semilla para el Cambio. La fundadora y directora de la ONG explica aquí la situación de vulnerabilidad que viven estas familias, personas con escasos recursos que son invisibilizados y despojados de sus derechos.
Sabíamos que algún día esto pasaría, pero aun así nos pilló desprevenidos…
Hace unos días, varias familias beneficiarias de los proyectos de Semilla llegaron al centro de la ONG en Sigra con una mala noticia: tenían que desalojar sus chabolas y abandonar la Colonia A —como comúnmente llamamos a una de las parcelas de los slums de Sigra—. Allí estaban instaladas 150 personas, migrantes llegados de las zonas rurales, a las que ahora el propietario les daba un plazo de una semana para desalojar el terreno. Un terreno que, hasta ese momento y pese a las malas condiciones del lugar, había sido su hogar.
Algunas de estas personas llevaban hasta 17 años viviendo (o mejor dicho, malviviendo) en ese terreno, donde por 15 euros al mes tenían electricidad y un pequeño espacio para su chabola de bambú y plástico. Unas condiciones, para nosotros, infrahumanas: sin agua potable, sin letrinas funcionales, sin un terreno bien allanado y acondicionado, donde en época de monzón las lluvias crean barrizales de fango y basura… pero el único hogar que muchos habían conocido desde que llegaron a Varanasi y uno de los pocos espacios que podían permitirse.
El Coordinador del centro de Sigra, Virat Gautam, fue a hablar con el dueño y se enteró de que van a alquilar el terreno a un garaje para guardar coches de segunda mano. La Colonia A ha sido objeto durante mucho tiempo de un larguísimo proceso judicial en el que el actual propietario estaba intentando expropiarlo a otra persona. Durante el proceso, no podían alquilar el terreno oficialmente, pero le venía muy bien tenerlo ocupado y ganar un dinero extraoficial alquilándolo a inmigrantes rurales con muy escasos recursos. Ahora, una vez resuelto el juicio, lo ha apalabrado a un empresa dispuesta a pagar un precio mayor, poniendo los intereses comerciales por delante y sin importarle expulsar a las personas que hasta este momento vivían ahí y pagaban un alquiler.
Aunque en India existe una ley de la propiedad que defiende al inquilino y, para evitar apropiaciones (que la ley permite si llevas mucho tiempo en una misma propiedad), muchos propietarios realizan contratos que se renuevan cada 11 meses. Pero en el caso de las personas de la Colonia A, llevaban muchos años viviendo en esa parcela… aunque sin ningún papel ni protección jurídica. Para que no pudieran adquirir ningún derecho de permanencia en el terreno, el propietario nunca ha querido que figuraran oficialmente como inquilinos y no tienen ningún documento que les permita reclamar sus derechos.
Todo esto es una rueda que se retroalimenta y que no beneficia para nada a las familias de los slums, que son familias socialmente “invisibles” y sin derechos. A los dueños de los terrenos en los que se asienta los slums les favorece que sean personas analfabetas y pobres, porque eso les permite explotarlas y moverlas a su antojo. Saben que no cuentan con los conocimientos, medios ni el poder suficientes para defenderse o para recurrir a las medidas legales necesarias, por lo que no son un peligro para ellos. Por eso, nuestras familias (las familias de los slums) están a merced de un sistema de corrupción y sin capacidad de defensa.
Realojados en peores condiciones
Ahora ha sido la Colonia A, cuyos habitantes han tenido que ser realojados en un terreno en peores condiciones que en el que vivían (sin bomba de agua, sin letrinas y con pilas de tierra mezcladas con basura), pero mañana puede ser cualquiera de las otras. En Varanasi existen unos 350 slums, y muchos, al igual que este, son “no registrados”. Esto significa que el gobierno no defiende los derechos de sus habitantes, no cubre servicios como agua o letrinas, ni introduce a sus habitantes en campañas de “rehabilitación de los slums”, con los que podrían recibir alguna propiedad a cambio del desalojo
Además de la indefensión e injusticia de la situación que viven estas personas, el desalojo de los slums también afecta a sus posibilidades de futuro. Más de 25 niños y niñas del Programa de Educación Integral de Semilla habitaban en la Colonia A y su desalojo puede provocar que sus familias decidan volver a sus aldeas de origen y abandonar Varanasi, por lo que estos pequeños/as dejarían de tener acceso a los proyectos de la ONG y a una educación de calidad.
Todas las comunidades de los slums de Sigra viven en terrenos en estas circunstancias y tememos el día en que poco a poco los desalojen. Cada vez será más difícil encontrar otros terrenos por la zona y a día de hoy estas familias no pueden permitirse afrontar el alquiler de otro tipo de vivienda. Mientras que ahora pagan 15 euros mensuales de alquiler con electricidad y cocinan en hornillos de adobe que pueden encender con papel; una habitación de cemento les costaría unos 30 € de alquiler al mes (40 euros si se incluye la electricidad y les obligaría a usar butano para cocinar, que cuesta unos 15 € mensuales. Esos 40 € de diferencia son inasumibles para familias con unos 7 u 8 miembros de media y unos ingresos de unos 120 € al mes.
Se hace fundamental seguir apoyando a fondo con los niños, niñas y mujeres de las comunidades de los slums para mejorar sus opciones de futuro a través de una educación y una formación de calidad. Con los proyectos del Programa de Mujer se están formando y trabajando mujeres que antes se dedicaban a la recogida de basura y que ahora, gracias al apoyo de los socios/as y colaboradores/as de Semilla, están mejorando sus condiciones de vida. También los niños y niñas, que gracias al apoyo de sus padrinos y madrinas tienen una educación de calidad que les permitirá acceder a puestos de trabajo dignos, con los que poder sacar a sus familias de la pobreza y de la miseria de los slums.
Pero además, desde Semilla trabajaremos día a día para lograr que estas familias puedan salir de los slums en un periodo de tiempo más corto. Para ello, intentaremos trabajar con ONG locales que luchen por los derechos humanos y hacer activismo para que esos slums sean catalogados y se cubran los servicios y necesidades básicas de sus habitantes.
Nuestro compromiso con las comunidades de los slums es firme y, con vuestra ayuda, seguiremos trabajando para mejorar su vida y defender sus derechos.
Por María Bodelón, fundadora y directora de Semilla para el Cambio