Laltusi empezó a trabajar con Semilla en el año 2011, pintando pañuelos de seda en el proyecto Marina Silk. Ahora es también la cocinera del comedor escolar y una persona muy querida entre el equipo de la ONG en Sigra. Aquí nos cuenta cómo ha sido su vida, desde que nació en una aldea de Bengala Occidental hasta el momento en que pudo comprarse allí un terreno para construir una casa.
Laltushi nació en una aldea en Bengala Occidental y fue la cuarta de un total de seis hermanas y siete hermanos (aunque con el tiempo tres de ellas y cuatro de ellos murieron). Parte de su infancia la pasó en su aldea de nacimiento, hasta que su madre decidió viajar a Varanasi para buscar a su marido, que había decidido migrar antes para buscar trabajo pero que nunca les enviaba dinero. “Mi madre nos cogió a mí y a mis hermanos y nos fuimos tras mi padre —cuenta Laltusi—. Por el camino tuvimos muchas dificultades porque no conocíamos el idioma y al llegar a la ciudad tuve que vivir cinco meses con una tía hasta que pude mudarme con mis padres”.
Como su madre trabajaba de cocinera para diferentes personas y su padre conducía un rickshaw, de pequeña Laltusi era la encargada de cuidar de sus hermanos y de ayudar con el trabajo en casa hasta que una vecina se ofrece para hacerse cargo de los pequeños. “Empecé a trabajar y a enterrar todo el dinero que ganaba —cuenta— y tras un tiempo, saqué todos mis ahorros del escondite y se los di a mi padre para que pudiera comprar su propio rickshaw”.
Y con catorce años deciden casarla. “Yo me opuse, pero mi padre, que siempre había sido muy violento, me dio una paliza y me obligó a casarme”, recuerda. Y así, con su nuevo marido, volvió a su aldea natal, donde con dieciséis años se quedó embarazada por primera vez, pero el bebé murió dentro del útero sin que nunca recibiera asistencia sanitaria.
Después vinieron otros embarazos y seis hijos, y cuando su marido —el único que trabajaba hasta ese momento— se quedó paralítico, se vio obligada a emigrar de nuevo a los slums de Varanasi y buscar una ocupación para mantener a su familia. “Empecé a ganar algún dinero para subsistir y sacar adelante a mi familia —explica—, pero no era suficiente. Un día María Bodelón (la directora de Semilla) vino a los slums y nos ofreció su ayuda”.
Artesana de Marina Silk
Laltusi fue una de las mujeres que se formó para pintar la seda en el Taller Marina Silk y una de las primeras beneficiarias del Programa de Mujer. Así empezó a trabajar con Semilla para el Cambio. “Después empecé a trabajar también como limpiadora del centro y finalmente, hace unos años, me contrataron de cocinera para el comedor escolar del centro de Sigra.
Gracias a su trabajo en la ONG, Laltusi ha podido mejorar la vida de sus familia y empezar a ahorrar. “Como tenía pocos ingresos tenía que pedir dinero prestado, pero con mi trabajo en Semilla he podido pagar todas mis deudas y comprarme un pequeño terreno en mi aldea. Ahora estoy construyendo una pequeña casa allí para mí y para mis hijos”, dice con orgullo.
También está orgullosa de su hijo Rabiul, uno de los primeros alumnos de Semilla en Sigra, que ahora está ya en los últimos cursos y que es un gran estudiante. “Yo siempre quise estudiar. Cuando era pequeña, en la aldea, me acercaba siempre que podía a la escuela para escuchar las lecciones desde fuera. Ahora estoy muy feliz de que mi hijo pueda tener una buena educación”.
“Ahora soy mucho más feliz —añade Laltusi—. Lo que más me gusta de Semilla para el Cambio es el amor que hay allí entre todos”.
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