Luís Pérez es un riojano de 26 años que llegó a Varanasi en noviembre para colaborar como voluntario en el Programa de Educación de Semilla para el Cambio. A pesar de haber estudiado ingeniería, una carrera que no acabó de convencerle, Luís trabajó durante un tiempo en unas bodegas de Aldeanueva de Ebro, su pueblo natal, hasta que decidió cambiar las viñas por el Ganges.
El amor y su interés por el mundo de la cooperación y el desarrollo le llevaron a emprender una nueva aventura en India. Hablamos con él para que nos cuente cómo está viviendo esta experiencia en Semilla.
¿Qué te llevó a hacer un voluntariado?
Lo tenía claro desde hacía algunos años. Quería experimentar en primera persona qué significa e implica la pobreza para una comunidad y, sobre todo, para los niños y niñas. Quise aprovechar el momento de transición que tuve al dejar mi trabajo en Madrid para iniciar la experiencia.
¿Por qué en Semilla para el Cambio?
Reconozco que mi primera idea fue realizar el voluntariado en un país africano, pero finalmente conocí a la chica que actualmente es mi novia y, como ella recibió una beca para estudiar en la en la ciudad india de Lucknow, cambié el continente de destino para poder estar más cerca de ella. Me interesé por Semilla porque trabaja con niños y niñas y porque su fundadora es española, eso me dio más confianza para mi adaptación.
¿Cómo han sido estos primeros meses de contacto con la ONG?
Hace un par de meses que estoy trabajando como voluntario en Semilla para el Cambio y desde el primer momento estoy viviendo una experiencia realmente increíble y gratificante en muchos sentidos. Me alegro mucho de haber tomado la decisión de venir aquí. Lo mejor, sin duda, está siendo el contacto diario con las familias de la ONG y los niños y niñas.
Mi trabajo consiste en ayudar a la jefa de estudios, Rumpa Paul, con el proyecto educativo. Esto implica hacer un seguimiento de los profesores y el nivel de las clases en los centros de Sigra y Dashashwamedh, revisar los contenidos impartidos en clase, realizar exámenes de evaluación a los estudiantes y ayudar a los profesores cuando sea necesario.
En unas semanas, también me encargaré de impartir las clases de español a los alumnos de 5º, 6º y 7º de primaria.
¿Con que retos te has encontrado al asumir esta labor?
El más importante es comprobar que los niños aprendan correctamente y que su desarrollo académico sea el adecuado respecto a su nivel. Impartir las clases de español a los más mayores también me supondrá un reto, ya que será mi primera vez como profesor de español.
Hasta el momento, ¿qué es lo que más te ha llamado la atención de la ONG, de sus proyectos y beneficiarios?
En primer lugar, me ha llamado mucho la atención el impacto tan trascendente que esta organización está teniendo en la vida de muchas familias y de niños y niñas que, antes, no tenían esperanzas de conseguir un futuro mejor. Aquí puedes comprobar que este cambio es posible y real.
En segundo lugar, me ha sorprendido la historia de la ONG: su comienzo y su evolución. Comenzó en el ámbito de la educación para las comunidades más pobres y, con el paso de los años, el proyecto se ha ampliado a otras áreas como sanidad, higiene, alimentación, micro-ahorros, etc., con el apoyo y participación de las propias familias.
¿Y cómo te estás adaptando al día a día de la ciudad santa de Varanasi?
La ciudad tiene un aire espiritual que la impregna en cada esquina y atrae la atención de los turistas. La zona de los ghats y el río Ganges me parece un lugar bonito y recomendable. El resto de la ciudad, con el caos y la suciedad que hay, no me llama especialmente la atención. Pero según he escuchado, para cualquier visitante que venga a la India, Varanasi es una parada obligatoria como ciudad sagrada del hinduismo y sirve para entender mejor la esencia de este país.
¿Qué esperas de esta experiencia?
Quiero entender el significado de la pobreza, las causas que la originan, y las consecuencias para los que la soportan. Espero que mi aportación, de ahora en adelante, sirva para contribuir a un mundo más justo.
Algo que me ha emocionado es ver cómo, a pesar de la escasez de alimentos, el agua insalubre, casas hechas de plástico y una exclusión en la sociedad que les arranca la posibilidad de aspirar a un futuro mejor, los niños y niñas de los slums no dejan de ser seres felices, ríen y juegan como cualquier otro niño, y cuando llegas todas las mañanas a la ONG te saludan al unísono con un “Good Morning!” y unos ojos llenos de vida que comparten contigo. Es un regalo.