Cada dos segundos, una niña es obligada a casarse en el mundo. Y si nada cambia, entre 2011 y 2020, más de 140 millones de niñas contraerán matrimonio. Estos son los aterradores datos que ofrecen organizaciones internacionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) o Plan Internacional.
A pesar de que el matrimonio infantil se considera una violación de los derechos humanos y en muchos países existen leyes que lo prohíben, la realidad es que esta práctica sigue estando muy extendida, especialmente en los países en vías de desarrollo de África y Asia, donde una de cada tres niñas se casa antes de los 18 años y una de cada nueve lo hace antes de los 15.
El 40% de los matrimonios infantiles del mundo -una tercera parte de los casos- suceden en India, el segundo país del sur de Asia, por detrás de Bangladesh, donde se registran más casos de esta práctica. Madhya Pradesh, Uttar Pradesh -donde se encuentra Varanasi-, Rajastán o Bihar son algunos de los Estados que ostentan el triste récord de más matrimonios a edades tempranas.
A pesar de la existencia de leyes nacionales que prohíben el matrimonio a menores de 18 años, más del 47% de las niñas indias se casa, actualmente, antes de cumplir esa edad. Esto sucede especialmente en las zonas más pobres -en el campo y en los barrios bajos de las ciudades-, donde las familias se ven forzadas, a causa de la pobreza, a casar a sus hijos/as a edades tempranas para que dejen de suponer una carga económica.
En general, a partir de su primera menstruación, entre los 10 o 12 años, las niñas son despojadas de su infancia y forzadas a contraer matrimonio, por lo general con un hombre mayor que ellas.
Las consecuencias son físicas, psicológicas y emocionales. Las niñas casadas tienen que separarse de sus familias y amigos, no pueden acudir a la escuela y son tratadas como mujeres adultas, cuando todavía no están preparadas para ello. Además, son más vulnerables a sufrir violencia y tener un embarazo precoz, lo que tiene un gran riesgo tanto para la madre como para el bebé. Y es que, en los embarazos adolescentes, el riesgo de que el niño muera en el primer año de vida, o de que sufra desnutrición, bajo peso o problemas de desarrollo, es alto.
Acciones de concienciación
En los slums de Varanasi, donde Semilla para el Cambio lleva a cabo su labor, esta situación no es una excepción: las familias suelen casar a sus hijas siendo adolescentes, generalmente a partir de los 14 y 15 años. Incluso dentro del programa de educación de Semilla se han dado casos en los últimos años de alumnas que, pese a la oposición de la ONG y la lucha para que no sucediera, han sido sacadas de las aulas para contraer matrimonio en la adolescencia. “Hicimos todo lo que pudimos y, aun así, ocurrió. Fue muy decepcionante para todos. Estas familias reciben mucha presión social para casar a sus hijas antes de los 18 y, por mucho que intentemos frenarlo, algunas se dejan llevar por su entorno y acaban cediendo”, cuenta Virat Gautam, coordinador del centro de Semilla en Sigra. “Ahora muchas de nuestras alumnas más mayores empiezan a alcanzar los 13 y 14 años y es el momento de actuar para que no vuelva a suceder”.
Por eso, la ONG ha puesto en marcha una serie de acciones para combatir el matrimonio infantil y concienciar a la población de los slums de lo perjudicial que esto para sus hijas. Así, se hacen reuniones con todas las familias de estas comunidades, como la que se celebró hace unas semanas en el centro de Sigra y a la cual asistieron una cincuentena de personas.
El encuentro, organizado por los coordinadores de los proyectos de Semilla y María Bodelón, directora y fundadora de la ONG, tenía como objetivo concienciar a los padres y madres sobre los riesgos de casar a sus hijos e hijas a edades tempranas. También explicarles las consecuencias legales, físicas y emocionales, así como transmitirles que esta práctica viola los derechos humanos fundamentales.
“Al principio quería que mis hijas se casaran lo antes posible, pero desde hace un tiempo he accedido a que terminen sus estudios y, si es posible, encuentren un buen trabajo”, cuenta Rajeena Bibi, artesana de Semilla para el Cambio. La promotora de salud y artesana, Asha Bibi, añade: “Yo también quiero que terminen su formación antes de contraer matrimonio. De hecho, mi hija dice siempre que, si alguna vez sugiero casarla sin su consentimiento, será ella misma quien llame a la policía”.
Ellas, como muchas otras mujeres de los talleres de la ONG, saben lo importante que es que sus hijos e hijas estudien para su futuro y el de sus familias. Y poco a poco van siendo más conscientes de las consecuencias negativas del matrimonio infantil.