Mausam tiene 14 años y es una de las alumnas de nuestro proyecto educativo y del nuevo Ciclo de Inserción Laboral que pusimos en marcha en el mes de marzo. Todos los días acude al RS Montessory, el centro educativo con el trabajamos en Sigra, para cursar el 5º curso de Primaria y recibe, además, clases de español, inglés conversacional e informática avanzada del primer curso del CIL (Ciclo de Inserción Laboral). Según nos cuenta su profesor, “es una buena estudiante, educada, madura y siempre dispuesta a participar o ayudar en las actividades de clase”.
Pero la vida de Mausam no siempre ha sido así. Antes de incorporarse al programa educativo de Semilla, con ocho años, trabajaba habitualmente recogiendo basura por las calles de Varanasi, contribuyendo así a la economía familiar.
Esta sigue siendo la realidad de muchos niños trabajadores en India y en la ciudad de Varanasi. Según un informe de la OIT, de los 168 millones de niños trabajadores que hay en el mundo, con edades entre 5 y 17 años, 5,7 millones están en India.
Y en los slums de Varanasi, un alto porcentaje de la infancia se dedica a recoger basura: con 5 o 6 años empiezan ayudando a sus padres y a los 7 u 8 años ya vagan solos por calles en busca de papel, plástico o chatarra para vender. El distrito de Sigra concentra unas 150 familias de “intocables” y antes de iniciar nuestro programa en 2010, el 99% de los niños y niñas eran analfabetos y se veían obligados a contribuir con el sustento familiar desde temprana edad.
En el caso de Mausam, cuando el equipo de Semilla propuso a sus padres que formara parte del proyecto educativo, entendieron rápidamente la importancia de que su hija tuviera una educación de calidad, pero no todas las familias están concienciadas.
Los niños trabajadores forman parte activa de la economía familiar y para sus padres, escolarizarlos supone renunciar a unos importantes ingresos que pueden llegar a sumar hasta el 40% de la economía familiar. Por eso, la mayoría de los niños recogedores de basura no van a la escuela.
Concienciar a los padres de las ventajas de darles una educación a sus hijos es fundamental, por eso en Semilla realizamos un seguimiento personalizado y tutorías para implicarlos en el proceso. Una vez conseguimos que escolaricen a uno de sus hijos, lo normal es que sus hermanos pequeños sigan el mismo camino.
Mausam fue la primera de cinco hermanos en entrar en nuestro programa. Otros tres (Shahbuddin, de 12 años; Ruksana, de 9 años y Arbuddin, de seis años) están también escolarizados desde edades más tempranas, por lo que no habían entrado todavía en la espiral de la explotación infantil.
Mausam pertenecen a una familia de siete miembros, que vive en una chabola de plástico y bambú. Su padre conduce un trolley, transporte de mercancías tirado por una bicicleta y su madre trabajaba recogiendo basura hasta que se incorporó al taller de Marina Silk de nuestra ONG. La familia es grande y los ingresos escasos, y aunque reciben una pequeña beca por los cuatro hijos que tienen escolarizados, existe el riesgo de que en un momento dado necesiten dinero para hacer frente a una emergencia y decidan que Mausam tiene que volver a trabajar o casarse, ya que dentro de la comunidad la media de edad de los matrimonios entre las niñas es de 15 años.
Con la puesta en marcha del CIL intentamos prevenir este tipo de situaciones y prolongar los estudios de los niños y niñas más mayores del programa educativo. Mausam es una de nuestras mejores estudiantes y esperamos que algún día pueda trabajar en la ONG, con un sueldo digno con el que mejorar su vida, apoyar económicamente a su familia y salir del círculo de pobreza al que parecía abocada.
Por eso, proyectos como los de Semilla para el Cambio, que luchan contra la lacra del trabajo infantil, son tan importantes. Y hoy, Día Mundial contra el Trabajo Infantil, es una oportunidad para llamar la atención sobre las acciones que tanto a nivel particular como a nivel social podemos hacer para acabar con esta práctica, garantizar una educación de calidad para todos los niños y niñas del mundo y hacer que historias como las de Mausam tengan un final.