Laltusi Shekh nació hace 40 años en el distrito de Birbhum, en el estado de Bengala Occidental. Tras casarse muy joven y en contra de su voluntad en Varanasi, en el estado de Uttar Pradesh, ha vivido la mayor parte de su historia en los ‘slums’, en el barrio de Sigra. Tiene cuatro hijos, trabaja de cocinera en la escuela de Semilla para el Cambio durante el día y pinta pañuelos en el proyecto de empoderamiento de la mujer ‘Marina Silk’ por las tardes; además saca tiempo para participar en el programa de alfabetización de la ONG dos veces por semana. Confiesa que siempre está pensando en cómo mejorar y poder ofrecer a su familia una estabilidad económica, un verdadero hogar. Hace poco solicitó un anticipo de unos meses para invertirlo junto con sus ahorros en la compra de una parcela de tierra (del tamaño de una habitación). Trabaja duro y sueña por un futuro mejor.
– ¿Cómo llega una mujer de Bengala Occidental a vivir en los ‘slums’ en Varanasi?
– Llegué a Varanasi con mis padres cuando tenía 6 años buscando nuevas oportunidades lejos del campo. Me casaron con 15 años y después de un año de matrimonio tuve un bebé que murió en el nacimiento, no se conocen muy bien las causas, pero cuando el médico llegó ya estaba muerto.
Pasamos doce años en Bengala Occidental viviendo con mi familia política, donde tuve a mis cuatro hijos; pero mi marido sufrió una parálisis en la mitad de su cuerpo y quedó incapacitado para trabajar, así que volvimos a la ciudad pensando que encontrar trabajo sería más fácil aquí.
– Tradicionalmente los matrimonios en India son concertados, ¿cómo fue esta experiencia a tus 15 años de edad?
– Yo no quería casarme tan joven. Les rogué a mis padres esperar al menos dos años más porque no estaba mentalmente preparada, mis pensamientos eran los propios de una niña. Me causó muchos problemas personales. Yo soñaba con casarme más mayor, con alguien de fuera de los ‘slums’, poder elegir, poder estudiar. Traté de convencerles de que no era una buena decisión, peleé mucho con ellos, pero finalmente tuve que casarme. No tenía otra alternativa.
– Después de unos años la historia se repetía y volvías a luchar contra un matrimonio concertado, el de tu hija Meena a los 14 años… ¿qué sucedió?
– Mi hija estaba viviendo con mi madre, que se hizo cargo de ella durante un tiempo mientras nosotros trabajábamos en el campo, para que pudiera estudiar. Cuando me informaron de que había recibido ofertas para el matrimonio con sólo 14 años, me negué rotundamente, no quería que ella pasara por lo mismo que yo. Le dije a mi madre que esperaríamos hasta los 18 años, que Meena debía terminar sus estudios; pero no me hicieron caso, para mis padres era una buena oportunidad y acabaron casándola sin mi consentimiento, con la misma edad que lo hice yo.
– Nos has contado que volviste a Varanasi en búsqueda de oportunidades para trabajar, ¿cómo resultó esa búsqueda?
– Llevo trabajando como cocinera en Semilla para el Cambio desde el principio de esta organización, hará unos 4 años. Anteriormente cocinaba para algunas familias en mi casa, pero este trabajo ha cambiado mi vida, me da unas facilidades que no podría obtener con cualquier otro. El tiempo que dedico a trabajar y a las tareas de casa hace que esté ocupada durante todo el día, pero a pesar de ello me las apaño para asistir a clase dos veces en semana. Ahora sé cómo escribir mi nombre, sé contar y estoy feliz porque estos conocimientos pueden ayudarme a transformar mi vida. Yo pensé que nunca tendría la oportunidad de aprender algo, aquello que soñé hacer en mi niñez se está haciendo realidad ahora.
– En casa eres la única que ingresa un sueldo debido a la enfermedad de tu marido, ¿quién administra el dinero?
– Yo administro el dinero en mi hogar y siempre estoy pensando en ahorrar para el futuro. Hace poco he invertido en la compra de una pequeña parcela de tierra con la idea de que mis hijos, pase lo que pase, no tengan que vivir en los ‘slums’.
– Además de trabajar como cocinera, también lo haces en el proyecto Marina Silk pintando pañuelos de seda…
– El trabajo en Marina Silk es el mejor que he tenido jamás, es algo especial y diferente, no es como cocinar que puede hacerlo cualquiera. Pintar me hace realmente feliz, siento que estoy haciendo arte. Cuando me preguntan en qué estoy trabajando me siento orgullosa al decir que pinto pañuelos de seda que viajan a otro lugar del mundo, que otras personas los compran y los llevan puestos lejos de aquí, que otros los ven. Además, me gusta trabajar con las mujeres de otras familias, compartir espacio y sentimientos, trabajar en equipo.
– Desde tu punto de vista, ¿cuál es el principal problema al que se enfrentan las mujeres de tu entorno?
– El dinero. El dinero es el gran problema. Nosotras somos las que cuidamos de toda la familia, especialmente de nuestros hijos. La mayoría de los padres no son responsables, nos toca a nosotras cuidar de ellos, hacer el trabajo en casa… Una misma familia puede llegar a tener 6 ó 7 hijos, pero no hay suficiente dinero para alimentarlos a todos. Necesitamos ayuda con la planificación familiar, es importante, ahora tratamos de trasladar esto a las nuevas generaciones para que no tengan muchos hijos. No puedes dar alimentos de calidad a diez hijos, pero sí a dos o tres.
– Vives con tu familia en los ‘slums’ de Sigra, junto a las comunidades de recogedores de basura, ¿cuáles son las principales dificultades a las que tenéis que enfrentaros?
– Vivimos en medio de mucha suciedad por lo que los problemas de salud que esto acarrea son muchos, además del consumo de alcohol generalizado entre los hombres. Yo quiero proteger a mi familia de este entorno, sacarla de aquí. Cuando viene visita siento vergüenza del lugar donde vivo por la suciedad, por el comportamiento de algunas personas que viven aquí, por la mala impresión que causa este lugar.
– Pensando en el futuro, ¿cómo ves tu vida en unos años? ¿cuál es tu sueño?
– Yo siempre estoy pensando en qué puedo hacer para alejarnos del lugar donde vivimos ahora, en seguir trabajando más y más para conseguir un futuro mejor. Tengo que conseguir ahorrar porque nunca es suficiente, no quiero que mis hijos tengan que recoger basura o acaben en la carretera, quiero darles una estabilidad económica.
Sueño con que mi hijo pueda seguir estudiando y llegar a ser profesor o algo parecido, y sueño con estar sana para trabajar y ganar más dinero para proporcionarle a mis hijos una vida fuera de los ‘slums’.