Doce mujeres pintan cada tarde pañuelos de seda en el taller del proyecto Marina Silk, puesto en marcha en Varanasi hace más de dos años por Semilla para el Cambio junto a la empresa Marina Textil SL. Los talleres de pintura de Marina Silk son una mezcla explosiva de colores, incluso las manos de las mujeres están salpicadas de tintes , huella del trabajo de cada día. Existe gran complicidad entre ellas, y cuando el ambiente está más relajado, las bromas y las risas tienen cabida. A la hora de la faena son auténticas profesionales, rozando codo con codo al pintar sin levantar la mirada del pañuelo, con total dedicación y mimo en cada centímetro de seda. Han dejado atrás la recogida de basura, el tono grisáceo de los slums en los que viven, por un proyecto de vida que las empodera.
Shweta Chellani, con sólo 22 años, es quien supervisa a las pintoras. Ella no se siente por encima de ellas, para las mujeres de Marina Silk es como una hija. Hoy hablamos con ella:
-¿Cuál es tu función en el proyecto de Marina Silk?
Cuando empecé en este proyecto estuve enseñando cómo se trazaban líneas rectas, curvas y cosas sencillas. Tras tres meses, varios voluntarios de España nos enseñaron cómo pintar los pañuelos, y a los 20 días empezamos a elaborarlos. Yo misma empecé a perfilar los pañuelos con la gutta (un producto con el que se delinean los diseños y se evita que se corran los colores), preparar las tonalidades y enseñar a las mujeres de Marina Silk. Ahora vengo una hora antes cada día y delineo con gutta los pañuelos que ese día las mujeres van a pintar y las superviso mientras lo hacen. Así llevamos ya dos años y medio haciéndolo y todo marcha muy bien.
-¿Cuál es tu opinión de Marina Silk como proyecto de empoderamiento a la mujer?
Marina Silk es un proyecto increíble, a las mujeres les encanta. Además de la experiencia personal que supone para ellas, con la que se sienten realizadas, ahora ganan un sueldo, ahorran el dinero y tienen la capacidad de utilizan su salario en lo que creen necesario: pueden pagar las bodas de sus hijas, ir de visita a sus aldeas –en el estado de Bengala- y en definitiva ser dueñas de sus ganancias económicas.
– Tú que compartes el día a día con las mujeres, ¿las ves motivadas?
Por supuesto. Ellas no ven esta iniciativa como “el proyecto Marina Silk”, no, para ellas este es su negocio, su casa, su trabajo. Tienen un gran sentido de la responsabilidad y cada día llegan aquí con el objetivo de completar la producción de pañuelos que se les asigna, y entre todas lo consiguen porque no sienten esto como algo ajeno, sino como un proyecto propio.
– ¿Cuáles son los problemas más habituales al trabajar con mujeres de los slums?
Un problema habitual se da en el proceso de vaporizado de los pañuelos. Tras el pintando y secado, los pañuelos se ponen en una máquina que unido a una olla a presión, fija el color a través del vapor. El problema es que se requiere un tiempo determinado de vaporización y muchas veces ellas se distraen y olvidan sacar los pañuelos cuando toca, con la consecuente pérdida de material o los defectos que producen. Ellas están acostumbradas a trabajar sin reloj, y que una máquina les marque el tiempo les resulta difícil de asimilar.
– ¿Suelen traer las mujeres los problemas que viven en casa al trabajo?
Cuando ellas llegan aquí olvidan los problemas que derivan de vivir en barrios chabolistas, rodeadas de basura. Aquí se desahogan, hablan las unas con las otras y comparten sus problemas. Algunas veces ellas se han visto en situaciones realmente difíciles, pero han encontrado en este proyecto un apoyo y una solución. Alguna de las beneficiarias ha tenido problemas de violencia de género con su marido y han encontrado en la ONG y en María Bodelón, fundadora de Semilla, el apoyo necesario, porque siempre están ahí para ayudarlas.
– ¿Qué mejora se ha producido en sus vidas?
Semilla para el Cambio ha cambiado sus vidas, les ha dado una oportunidad a sus hijos mediante su escolarización y a ellas, capacitándolas para que sean dueñas de sus vidas, para llevar una familia en unas condiciones mejores. Hace dos años y medio ellas llegaban al proyecto con ropa sucia. Participar en el proyecto no sólo ha cambiado su situación económica, sino su concienciación a varios niveles, ahora a pesar de vivir en los slums puedes ver la colonia con un mínimo de orden y limpieza. Al principio, cuando había alguna visita al proyecto el día antes les decía “poneos saris limpios y venid más aseadas mañana”, ahora ya no hace falta decírselo, han tomado conciencia de que esto también es parte de la mejora que han encontrado en sus vidas.
– ¿Crees que hay cosas por mejorar en el proyecto?
Creo que hace falta más espacio, es una de las principales dificultades con la que nos encontramos. El local se nos ha quedado pequeño y cuando ponemos los pañuelos a secar, apilándolos unos sobre otros, a veces da lugar a que goteen algunos colores y se estropee algún pañuelo. Sé que la ONG está buscando un nuevo lugar y espero que pronto tengamos más espacio para poder trabajar mejor y con mayor productividad.
– Explícanos qué labores se realizan en el taller de Varanasi
Una vez tenemos toda la materia prima preparada, el coordinador del proyecto, Virat Gautam, nos informa de la producción marcada para el mes, tanto el número como el modelo que las mujeres producirán cada día, según las órdenes de fabricación. A diario yo delineo con la gutta sobre el pañuelo en blanco y cuando se seca, las mujeres pintan el pañuelo y los bordes. Lo dejamos secar durante un día en los soportes colocados en los caballetes. Luego dos mujeres se encargan de vaporizarlos de diez en diez pañuelos en un proceso que dura dos horas y media. Al día siguiente se lavan y Virat se encarga del control de calidad, revisando si hay algún error. El pañuelo que está bien se plancha y se empaqueta, listo para su venta en España; si por el contrario alguno tiene errores, se corrige si es posible. Cada pañuelo necesita un proceso de dos días y medio hasta estar completo, pero el resultado hace que todo el trabajo merezca la pena.
– ¿Qué significa para ti este proyecto? ¿Con qué momentos te quedarías?
Cuando estoy dibujando los diseños con la gutta y los visitantes se quedan mirándome y elogian mi trabajo, me siento muy realizada. Tengo el respaldo de coordinadores y dirección, que me dicen que soy muy buena en este trabajo, eso me hace sentir orgullosa. Cuando llegué aquí sólo tenía 19 años y todos se volcaron en enseñarme, ahora siento este proyecto como mío, y aunque tengo que compaginarlo con mis clases como profesora en un colegio, por el momento pienso continuar durante mucho tiempo. Este proyecto ha dado a las mujeres de los slums una oportunidad única, ahora tanto ellas como yo somos más independientes y podemos ahorrar para nuestras necesidades. Estas mujeres son analfabetas y al principio no sabían ni coger el pincel, ahora sin embargo son capaces de pintar unos diseños increíbles. Si algún día este proyecto acabara, me gustaría seguir trabajando con Semilla para el Cambio, porque la labor de esta ONG que ha cambiado nuestras vidas, es impagable.