Rumpa Paul ha encontrado en la docencia el sentido de su vida. Con solo 21 años soporta la madurez propia de vivir en un país castigado por la pobreza, aunque premiado por el carisma y la paciencia. Ella es una de esas mujeres que piensa que otra India es posible si se construye desde la educación de los más pequeños. Desde que empezó su andadura como profesora en Semilla para el Cambio se ha replanteado sus estudios de economía, pues ha visto en los pequeños su propia felicidad. Presume de sentirse realizada y tener éxito con los niños. Rumpa ha experimentado el cambio de ver la educación desde la perspectiva de alumno a sentirla como el arma más poderosa para empoderar ahora a las nuevas generaciones. Sin embargo esta profesora es a la vez la alumna más privilegiada, ya que dice recibir muchas más lecciones de las que ella puede llegar a dar.
– ¿Cómo conoció la ONG y qué le llevó a ser profesora en Semilla?
Conocí a Soma, una de las coordinadoras de Semilla para el Cambio, y fue ella quien me propuso hacer una entrevista con María Bodelón -fundadora y directora de la ONG- para trabajar como profesora. En principio no me llamó mucho la atención ya que nunca había estado con niños, sin embargo tras probarlo me dije “puedo hacerlo” y ahora no imagino mi día a día sin ellos. Si tú eres capaz de darles algo, ellos saben enseñarte muchas cosas también. La diferencia de ser profesora en Semilla es que las clases son dinámicas, pues he trabajado en otros colegios y siempre daba la misma asignatura a todas las clases, sin embargo aquí –en mis tres horas y media de clase por las tardes- estudiamos inglés, conocimiento general y ciencias del medio ambiente. No sólo aprenden algo, si no que aprenden cómo hacerlo, y eso me hace tremendamente feliz. No quiero que mis alumnos sean muy buenos, quiero que sean los mejores.
– ¿Necesita este sector desfavorecido de la infancia más apoyo educacional?
Sí que lo creo. Estos niños necesitan un gran apoyo debido principalmente al clima que tienen en sus casas, en el que el principal problema es que los padres son analfabetos y se dedican durante todo el día a recoger basura y ser lavanderos entre otros. La educación que mis alumnos puedan recibir en casa no es suficiente, ¿cómo puede favorecer a su estudio un hogar que es una habitación donde viven 6 o 7 personas y mientras la madre cocina, el padre puede estar conversando y los hermanos jugando? Soy estudiante y sé lo necesaria que es la concentración. En las reuniones semanales que mantienen los coordinadores de educación en Semilla se ha propuesto alguna vez que los niños hicieran los deberes en casa, pero yo sostengo que esta táctica sería muy difícil llevarla a cabo. Cuando los veo en la calle fuera de clase me pregunto qué sucede con lo que día a día le enseñamos en la ONG, ya que a veces los encuentro semidesnudos y sucios. A ellos les falta la importancia que tiene que la escuela siga en casa. Es un atraso que aquí cada día mantengan el orden y la limpieza y cuando llegan a casa olviden por ejemplo lavarse los dientes o ducharse, tengo que reñirles por eso.
– ¿Qué aspectos cree que deben cambiar en cuanto a enseñanza en Semilla para mejorar el rendimiento de los niños? ¿Dónde nota que los niños necesitan más apoyo?
Creo que la enseñanza en India es muy repetitiva, aprenden como loros y si alguna vez cambias la forma de preguntarles algo no saben reaccionar. Tenemos la conciencia de que si fijamos la atención en algún niño en un determinado momento, el resto puede despistarse, y es algo que debemos trabajar más. También hay que sumar la complejidad de que aprendan en dos idiomas a la vez, hindi e inglés. Sin embargo donde creo que está el problema real es en casa -como antes comentaba-, quizás deberíamos enseñar a los padres a leer, por ejemplo, para que sean capaces de decirles a sus hijos un simple “¿te ayudo?”. Hay que modificar la atmosfera actual del hogar, ya que en muchas ocasiones los padres abusan de los hijos.
Hace unos meses yo misma decidí cambiar mi metodología. Los niños venían a clase con problemas pero no eran capaces de exteriorizarlos, no me veían como su amiga. Les hago sentarse conmigo y darles la confianza suficiente como para que se relajen y me cuenten qué les pasa. Ahora vienen a contarme sus problemas directamente, han aprendido a compartir lo bueno y lo malo. Además he introducido la táctica de relajar la clase cinco minutos cada hora, parece simple pero les ayuda a desconectar para arrancar con más fuerza, en definitiva son niños y lo necesitan
.
– Desde hace un mes se ha introducido el juego en la didáctica. ¿Ha producido esto algún cambio en los alumnos?
Desde luego. Ahora utilizamos la última media hora de clase para jugar. La motivación está en que si no han terminado su trabajo en casa no pueden jugar, y tienen que terminarlo en la hora de juego y después macharse sin ese recreo. Quiero que entiendan la importancia de empezar a ser autónomos. A lo largo del último año he notado una evolución muy positiva, antes eran inquietos, hablaban mucho en clase y a menudo no hacían los deberes. Ahora sin embargo se ha forjado una base sólida en la que el progreso de los pequeños puede palparse.
– ¿Cómo cree que toma la gente local la presencia de una ONG extranjera que trabaja por la educación de la infancia de su país?
En general les complace la idea de que alguien venga desde fuera a trabajar por ellos, además de una manera tan íntegra. Sin embargo a veces ven con recelo esta función. Hay quien me ha dicho que es un negocio o que vienen a aprovecharse de la situación que aquí vivimos, a estos yo siempre contesto que yo soy india y recibo un salario, pero que sin embargo los extranjeros –voluntarios- que trabajan con nosotros vienen desde sus países empeñando su tiempo y dinero, porque no reciben compensación económica alguna. Personalmente creo que es porque no conocen la realidad desde dentro, si no que opinan desde fuera y sin fundamento alguno.
– ¿En alguna situación en especial ha sentido que su labor como profesora en Semilla es muy satisfactoria?
No podría elegir solo un momento, tengo millones. Desde compartir con los niños el día a día de la enseñanza hasta charlar con los voluntarios que conlleva a que otra cultura tan distinta puede aportarme tanto. A veces me paro a pensar “guau, qué éxito”. Pero si tengo que elegir un momento me quedo con el sentimiento de ver cómo niños que viven en tiendas de plástico pueden salir de casa cada mañana con un uniforme y una mochila llena de libros. Hace unos meses fui con la coordinadora de educación a los hogares de dos alumnos –Rahul y Rohit-, cuando entré a esa única habitación en la que vive toda la familia y vi la atmósfera que les rodea pensé: Dios, yo vivo en una casa increíble y ellos que viven tan cerca de mí lo hacen en condiciones extremas. Esa noche cuando llegué a casa subí a la terraza a ver la ciudad y desde allí podía ver esas chabolas, pensé que ellos también son humanos para vivir así. No puedo explicar ese sentimiento. Sin embargo me siento orgullosa de formar parte de un proyecto que les permite abandonar su realidad y luchar por un futuro digno. Quién sabe, quizás algún día alguno de ellos pueda llegar a la Universidad.