Desde que su marido se marchó de casa, Seema vive en uno de los slums de Sigra con su hermano, su cuñada y sus cinco sobrinos, todos ellos beneficiarios del Programa de Educación de Semilla para el Cambio.
Entró en el Programa de Mujer hace algo más de tres años y realizó los cursos de Alfabetización y de Corte y Confección. Hoy trabaja en el Taller de Artesanía de la ONG elaborando los regalos solidarios.
Hablamos con ella para conocer cómo ha cambiado su vida estos años.
¿Cómo llegaste a Semilla?
A través de otras mujeres del slum. Hace tres años vi que había algunas vecinas que estaban aprendiendo a leer y a escribir, otras iban a clase de costura y había oído que algunas trabajaban pintando pañuelos.
Yo no tenía un buen trabajo. Durante el día, recogía basura y ayudaba a la mujer de mi hermano con la casa y los niños. No hacía nada interesante y siempre estaba triste.
Entonces les pregunté a las mujeres si yo también podía ir a aprender con ellas y al día siguiente me trajeron a la ONG y me apunté a las clases.
¿Qué has aprendido?
He aprendido mucho. Primero me apunté a Alfabetización porque siempre había querido aprender a leer y escribir y nunca tuve la oportunidad de ir al colegio. Me gustó mucho. ¡Y me enseñaron matemáticas! A veces veía en los deberes de mis sobrinos muchos números y no sabía qué significaban. Después de hacer el curso, ¡entendí que lo que hacían era sumar!
Meses después, me dieron la posibilidad de aprender a coser en el taller de Corte y Confección y me apunté sin dudarlo. Quería aprender un oficio y lo conseguí. Ahora sé coser muy bien a mano y a máquina.
También trabajas en el Taller de Artesanía. ¿Cómo te sientes ahí?
Me siento muy bien y muy contenta de haber estudiado aquí. Cuando terminé los cursos me dieron la oportunidad de trabajar en el Taller de Artesanía. Al principio solo hacía los productos manuales, como las pulseras o los collares, pero más tarde también me pusieron con el grupo de mujeres que cosen a máquina.
Me gusta trabajar aquí. Todos los días aprendo cosas nuevas y paso las mañanas con mis compañeras. Siempre nos sentamos en un círculo para poder hablar entre todas y pasarlo bien mientras elaboramos los productos.
¿Cómo ha cambiado tu vida desde que estás en el proyecto?
Enormemente. Antes trabajaba todos los días recogiendo basura: en invierno, en verano, cuando llovía… y no era un trabajo fácil. También cuidaba de mis sobrinos, cocinaba y hacía las tareas de casa.
Lo poco que ganaba, se lo daba a mi hermano para que comprase la comida para ese día y nunca conseguía ahorrar nada para el futuro. Además, tenía muchas deudas que no podía pagar.
Ahora la situación ha cambiado mucho. Con lo que gano en el taller, puedo ahorrar una parte para el día de mañana, ya no tengo casi deudas y estoy más tranquila. Y también estoy orgullosa de ya no ser analfabeta y haber aprendido una profesión.
¿En qué has invertido ese dinero?
Todavía tengo muchos gastos, sobre todo en la familia porque somos muchos, pero siempre intento guardar una pequeña parte para el futuro.
Lo primero que hice cuando tuve unos ahorros, al poco tiempo de empezar a trabajar en Semilla, fue comprarme una máquina de coser. Me gusta mucho este oficio y aprendí muchas cosas en el curso que ahora puedo aplicar a mí misma.
Además, como soy de las pocas que cosen en la colonia, mi familia y mis vecinos me piden que les arregle la ropa y cuando tengo tiempo confecciono alguna prenda para mis sobrinos y sobrinas.
Ahora soy más feliz.