Hemant Singh trabaja en Semilla para el Cambio desde principios de 2015, momento en el que los proyectos de empoderamiento de la mujer empezaban a despuntar. Entró como coordinador del proyecto de Alfabetización de adultas y ahora también es responsable del Taller de Corte y Confección, del Taller de Artesanía y del Proyecto de Microahorro, que se ha puesto en marcha recientemente.
El Programa de Empoderamiento de la Mujer de Semilla, que hasta ahora ha beneficiado a más de un centenar de mujeres, ha ido creciendo y consolidándose estos últimos años gracias, entre otras cosas, a la labor de Hemant.
Coordinas 4 de los 5 proyectos del Programa de Empoderamiento de la Mujer. ¿Cuáles son los principales retos a los que tienes que hacer frente a la hora de trabajar con las mujeres de los slums?
Trabajar con mujeres procedentes de comunidades tan cerradas como las de los slums no es fácil, sobre todo al principio. Estas mujeres no están acostumbradas a tener un trato de igual a igual con personas de fuera de su comunidad y eso, sumado al hecho de ser hombre, hacía que, en los primeros meses, la comunicación entre nosotros no fuera sencilla. Nunca se dirigían a mí directamente para comentarme las cosas, sino que lo hacían a través de las monitoras de los talleres.
Con el tiempo, no obstante, fueron adquiriendo confianza y seguridad en sí mismas y ahora compartimos hasta anécdotas de su día a día.
¿Cómo influye su familia y su entorno?
Ese es otro de los retos. Tenemos que hacer frente a las dificultades que las rodean y que, a veces, les impiden finalizar su formación. Por ejemplo, cuando iniciamos un nuevo grupo de Alfabetización, se suelen apuntar más de 20 mujeres, pero a los pocos meses abandona la mitad, en la mayoría de los casos, por presiones familiares. Todas estas mujeres tienen obligaciones en casa: el cuidado de los hijos, las tareas del hogar, algunas siguen recogiendo basura a primera o última hora del día… incluso ha habido casos de abandono por embarazos.
Hace un tiempo, tuvimos una alumna que abandonó un mes antes de graduarse en Alfabetización porque sus padres la obligaban a trabajar. Siempre intentamos convencerlas a ellas y a sus familias para que no lo dejen, pero en algunos casos, como en este, la familia hace mucha presión.
¿Cómo se sienten las alumnas cuando terminan los cursos de formación?
Se sienten muy orgullosas de haber terminado y haber adquirido tantos conocimientos. Para ellas es un gran cambio poder leer, escribir e, incluso, realizar operaciones matemáticas sencillas. También se van con unos conocimientos de costura básicos y se sienten muy afortunadas de tener una formación en esta profesión y motivadas porque saben que, cuando se abran plazas en el Taller Artesanía, pueden optar a trabajar en la ONG.
Hace un mes que está en marcha el Proyecto de Microahorro ¿Cómo crees que puede beneficiar a las mujeres?
El Proyecto de Microahorro es otra vía de empoderamiento de la mujer, ya que les damos una herramienta a través de la cual adquieren más autonomía, a la hora de gestionar sus propias finanzas, y más independencia económica. Esto, de cara al futuro, les otorgará más poder de decisión y negociación en la familia.
También recibirán formación financiera básica sobre cómo administrar el ahorro o cómo funciona una cuenta bancaria, entre otros temas, los que puede ser muy útil para ellas.
Y ellas, ¿qué opinan del proyecto?
Lo han acogido muy bien. De hecho, poder tener un espacio seguro donde guardar el dinero es algo que llevaban tiempo demandando. Muchas mujeres, sobre todo las que participan en los talleres productivos, no quieren tener sus ahorros en casa porque tienen miedo de perderlos o de que se los roben… o incluso de que sus maridos se los gasten.
Es un proyecto muy reciente y de momento solo se han apuntado 10 mujeres. A medida que vayan pasando las semanas y las propias mujeres hablen de él en su comunidad, más mujeres se apuntarán.
Llevas varios años trabajando aquí, ¿cómo has visto la evolución de las mujeres desde que empezaron los proyectos de empoderamiento?
Muy positiva. Son mujeres fuertes, siempre llegan cargadas de energía y con una sonrisa de oreja a oreja, algo que no deja nunca de chocarte cuando conoces de cerca sus situaciones personales. Ahora las ves seguras de sí mismas, saben por qué están aquí y ellas mismas son conscientes de su cambio y de lo que pueden aportar a sus familias.
Formarse, tener un trabajo digno, estar en un ambiente agradable, entre amigas y, por supuesto, haciendo actividades que les gustan, ha influido en su carácter, les ha dado poder y están muy orgullosas de ello.
¿Qué es lo que más te gusta de trabajar en Semilla?
Mejorar la vida de otras personas y luchar para que tengan un futuro digno es lo que más me gusta de este trabajo. Si no fuera por Semilla, estas mujeres, niños y niñas seguirían recogiendo basura en la calle sin un trabajo digno, sin educación, sin futuro.
Este es el mejor trabajo que he tenido nunca, el más gratificante y del que más orgulloso me siento. Me gusta lo que hacemos y cómo lo hacemos y, sobre todo, el hecho de que en Semilla somos una pequeña familia y todos nos cuidamos entre todos.